LAS INVASIONES GERMANAS Y EL RESURGIMIENTO DEL ARRIANISMO.
a) Los germanos
El Imperio romano se desmoronó ante el choque de las tribus germanas. Instalados en Escandinavia y al norte del Rin y del Danubio, comenzaron sus migraciones hacia el sur a partir del siglo V a.C. Pertenecían a estos pueblos los anglos, los sajones, los francos, los burgundios, los vándalos (asdingos y silingos), los godos (visigodos y ostrogodos) y los lombardos. Dedicados a la cría de ganado y a la agricultura, consideraban la guerra como la única ocupación digna del hombre. Adoraban a las fuerzas de la naturaleza y su divinidad suprema era Odín, dios de la guerra. A partir del siglo IV d.C, empujados por los hunos —pueblo turco, quizás mongol, procedente de Asia Central y que se desplazaba hacia Occidente—, los germanos franquearon el Rin y el Danubio e invadieron el Imperio romano. 

En el año 395, Teodosio había confiado el gobierno del Imperio a sus dos hijos: al mayor, Arcadio, le concedió Oriente con Constantinopla como capital; el más joven, Honorio, recibió Occidente e hizo de Ravena su capital. Esta división marcó el final del Imperio romano. El Imperio occidental cayó el primero. En el año 406, suevos, vándalos, alanos y burgundios se establecieron en la Galia. En 409, suevos, vándalos y alanos penetraron en Hispania: Galicia quedó para los suevos y los vándalos asdingos, Lusitania y Cartaginensis para los alanos, la Bética para los vándalos silingos, mientras que la Tarraconensis siguió en poder del Imperio. En 410, los visigodos, mandados por Alarico, saquearon y tomaron Roma. En 450, Atila invadió Occidente. En 452, el papa León I Magno convencía a Atila, «el azote de Dios», y a sus terribles hunos para que abandonaran Italia, pero en 455 Roma fue de nuevo saqueada por los vándalos de Genserico que, venidos de África, después de haber atravesado la Galia y España, desembarcaron en el estuario del Tíber. Entre los años 440 y 470 los burgundios ocuparon Lyón y extendieron su dominio durante los quince años siguientes por los valles del Ródano y el Saona; los visigodos establecieron su control a partir de 412 en las llanuras del Garona, entre el Loira hasta más allá de los Pirineos en Hispania, donde pasaron por primera vez en 415. Finalmente, en 476, Odoacro, jefe de la tribu germánica de los hérulos, depuso al joven emperador Rómulo Augusto y se hizo proclamar patricio de los romanos y rey de los germanos de Italia. 

Con las invasiones de los germanos se tomó conciencia del final de un cierto orden. Senadores, comerciantes y colonos perdieron su poder, su comercio y hasta sus dueños. Los cristianos, considerados como la expresión de la romanidad, veían llegar asombrados a los invasores que no eran católicos, precedidos de una reputación siniestra de pillaje, muertes y sacrilegios. No se trataba de una lucha familiar entre romanos por el control del poder, sino de una invasión que terminaba con el orden establecido y que podía llevarse la religión cristiana. Salvo excepciones, los cristianos se habían mostrado ardientes defensores del Imperio, tanto por razones políticas como religiosas. Veinte años después de la deposición de Rómulo Augusto, ¿qué quedaba de la Ley de Cristo en la llamada Romanía? 

b) Ulfila, el apóstol arriano de los germanos

Ulfila enseña el arrianismo a los godos
 
El cristianismo franquea las fronteras del Imperio. A fines del siglo III, algunos prisioneros de Asía Menor lo llevan hasta los godos. El arrianismo desapareció de Oriente bajo Teodosio en 383, pero conoció una gran difusión entre las diferentes ramas del pueblo godo y entre los germanos vecinos, acantonados sobre los límites balcánicos del Imperio, gracias a la predicación del infatigable obispo Ulfila (311-383). Godo de nacimiento, Ulfila siguió las enseñanzas de un adepto de Arrio, Eusebio de Nicomedia, que lo consagró obispo en Constantinopla en 341. Ulfila enseña el arrianismo primitivo con su monoteísmo rígido sin ninguna de las variantes introducidas, retomando, pues, las fórmulas populares de la predicación de Arrio. Traduce la Biblia y los textos litúrgicos al gótico, proporcionando medios a los catequistas y un alimento espiritual a las poblaciones germanas. A su muerte, en 383, los godos en su mayoría se habían hecho arríanos. 

Debido a su contacto, los gépidos y los vándalos conocen el arrianismo cuando atraviesan la región del Danubio medio, antes de alcanzar las provincias occidentales del Imperio. Después el arrianismo es aceptado por los alamanes, los turingios y, finalmente, por los lombardos. Alguna personalidad cristiana se les opuso e intentó una obra de conversión de los arríanos, como San Severino, que predicó en las regiones danubianas entre 450 y 480. Pero la presencia de individualidades cristianas no afectó para que, a comienzos del siglo VI, la mayoría de los pueblos germanos, a excepción de los francos que permanecían paganos, pasaran al arrianismo. 

c) El arrianismo, religión nacional de los diferentes reinos germano-romanos
Bajo apariencias comunes en las dos confesiones —cristiana y arriana—, existían diferencias. En ambas se encuentran los mismos ritos, pero diferenciados. Los arríanos administraban los mismos sacramentos que los católicos. En Ravena se encuentran, a algunas centenas de metros de distancia, dos baptisterios calcados del mismo modelo y decorados del mismo modo, el de los ortodoxos (católicos) y el de los arríanos. Pero la fórmula del bautismo era diferente, los arríanos lo administran «en nombre del Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo». A partir de esta misma fórmula del bautismo se afirman las divergencias: en el contenido de la fe, en la sensibilidad religiosa, en la calidad de los clérigos. 

Entre romanos católicos y germanos invasores se produjo un enfrentamiento. Los romanos católicos eran culturalmente superiores lo que engendraba por parte de los germanos invasores un desprecio y un odio envidioso. En el contacto de las dos civilizaciones el arrianismo aparecía como la religión de los incultos. Esta calidad inferior se apreciaba más en el clero. Los arríanos, hostiles a la vida monástica, no tenían clero regular, sus sacerdotes estaban casados y poco instruidos; sus teólogos eran mediocres, no se conocen apenas santos entre ellos; los obispos arríanos dependían estrechamente del príncipe que los había elegido, su autoridad se extendía sobre la gente de su tribu y apenas si existían ligazones entre ellos; no se reunían en concilios y, en la práctica, no constituían una jerarquía como la Iglesia romana. El día en que los obispos arríanos fueron privados del apoyo de sus soberanos, no pudieron oponerse al episcopado católico, mucho más cultivado y fuertemente unido. Las relaciones entre ambas religiones o entre ambos grupos de creyentes, con la excepción de algunos matrimonios mixtos, no existieron. 

El carácter estrechamente nacional del arrianismo, mantenido por los príncipes, contribuyó a salvaguardar la cohesión de la etnia y oponerse a la fusión entre los invasores y las poblaciones romanas católicas. Para guardar el control de su Iglesia, muchos soberanos intentaron convertir por la fuerza a sus nuevos subditos al arrianismo. La vida religiosa del siglo VI estuvo marcada por episodios violentos, algunas veces sangrientos, de la lucha entre los príncipes arrianos y las antiguas poblaciones romanas católicas. 

d) La leve persecución en el reino visigodo de la Galia
Apenas vencidas las convulsiones provocadas por el priscilianismo, la cristiandad hispana se vio sometida, a lo largo del siglo V, a la violencia de las invasiones. Alanos y vándalos no hicieron otra cosa que atravesar el país y pasar a África en 429. Los suevos, que se habían mantenido paganos, se instalaron en el noroeste de la Península Ibérica, en Galicia. En el año 448, un católico, Requiario, se convierte en su rey, consigue numerosas conversiones y extiende su autoridad sobre todo el país. 


Eurico, rey visigodo arriano.
 
Los visigodos, arríanos, en un primer momento (hacia 415) se instalaron en Cataluña, y expulsaron a los suevos en el curso de una segunda invasión. Su rey, Eurico, fanático arriano, que había ya ocupado Aquitania y el mediodía francés, interviene en Hispania, donde penetran sus ejércitos en el año 468 para establecerse definitivamente. Mientras un ejército ocupa Pamplona y Zaragoza para evitar las correrías de vascos y bagaudas, otro se establece en Tarragona y en las ciudades marítimas de las costa catalana entre los años 470 y 475. Estableció su capitalidad en Toulouse. Deportó numerosos obispos. Provocó la apostasía de los suevos cuando, después de su derrota, fueron empujados hacia Galicia, enviándoles un misionero activo, el sacerdote Ajax. El rey Remismundo acepta casarse con una mujer de la familia real visigoda y convertirse al arrianismo. La defección masiva de los suevos fue un rudo golpe para al catolicismo español, que conoció situaciones precarias hasta la derrota de los visigodos por Alarico II en Vouillé en el año 507 ante las tropas de Clodoveo. 

La conversión de los suevos al catolicismo tuvo lugar, según una narración de Gregorio de Tours, en época del rey Kharriarico (550-559), a causa de la curación de un hijo del citado rey por mediación de las reliquias de San Martín de Tours, llevadas a Galicia por San Martín de Braga o de Dumio. 

Conocemos algunos datos de la persecución en Aquitania y Provenza. Los conflictos entre el rey visigodo arriano y los obispos fueron frecuentes, mientras que la población galo-romana permanecía fiel a sus pastores. Dos obispos de Tours, Volusianus y Verus, fueron sucesivamente deportados. El enfrentamiento constante de los visigodos frente a los católicos se pone de manifiesto en la actitud de los oficiales godos ante el monje Cesáreo. Convertido en obispo de Arles en 503, se manifestó muy pronto como jefe del episcopado provenzal y fue designado por el obispo de Roma como su representante en la Galia. Tres años antes de su elección fue arrestado y exiliado en Burdeos. Después del asedio de Arles, en el año 508, por los francos y los burgundios coligados, se lanzó sobre Cesáreo la suposición de su colaboración con los enemigos. Mientras estaba en prisión su casa fue saqueada. Cuando la Provenza estuvo administrada por el prefecto Liberio, funcionario romano enviado por el rey de los ostrogodos, el obispo de Arles fue arrestado de nuevo y enviado a Ravena, cerca del rey Teodorico, para ser juzgado. Este incidente se volvió en su favor. Teodorico reenvió al obispo justificado y lleno de presentes y puso fin a sus dificultades administrativas. Desde entonces, apoyado por Liberio, que era católico, Cesáreo se pudo consagrar a la restauración religiosa de Provenza. Pero, en 536, los últimos soberanos ostrogodos, amenazados por la conquista bizantina, vendieron la Provenza a los francos. El rey Childeverto I hizo su entrada en Arles en medio de aclamaciones en el año 538. 


ÁLVAREZ GÓMEZ, JESÚS. (2001). HISTORIA DE LA IGLESIA. MADRID: BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS

No hay comentarios:

Publicar un comentario