LA VUELTA DE OCCIDENTE AL CATOLICISMO

LAS IGLESIAS CRISTIANAS DESPUÉS DE LA CAÍDA DEL IMPERIO DE OCCIDENTE (400-730)

LA VUELTA DE OCCIDENTE AL CATOLICISMO

a) La Iglesia de las Galias
De todas las tribus germánicas establecidas en el territorio del Imperio romano hubo una que se colocó a la cabeza y dominó el futuro gracias al Estado por ella creado: los francos. Dos circunstancias fueron decisivas: primera, que los francos fueron los únicos germanos que, por no proceder de tierras lejanas sino por ser vecinos inmediatos, recogieron la herencia del Imperio romano, en parte internándose pacíficamente, en parte combatiendo, sin llegar a abandonar su patria; segunda, el hecho de que mientras la mayoría de los otros germanos recibieron el cristianismo primeramente como arrianismo, ellos lo recibieron de inmediato en su forma católica. Esto les permitió integrarse en una unidad con la población romana nativa, que era católica. La falta de esta indispensable unidad cristiana fue una de las causas de la caída de los estados germánicos arríanos. 

Clodoveo, el fundador del reino

Clodoveo I
 
A la muerte de Chilperico (481), rey franco de Tournai, su hijo Clodoveo, de unos quince años de edad, le sucedió sin dificultad. De su infancia y de su formación intelectual y religiosa apenas si sabemos algo cierto. Sus contemporáneos le asignan una gran habilidad política, habría sido astutissimus, según afirma el obispo Nizier de Tréveris. A los treinta años, Clodoveo extendió su autoridad a todos los francos, masacrando a los otros reyezuelos de su raza; después conquistó el conjunto de la Galia al vencer al general-emperador Siagrio (486), a los alamanes (494) y, finalmente, a los visigodos, y logra que aceptaran su hegemonía los bretones de la Armórica. Después de él sólo Dagoberto y con posterioridad Carlomagno alcanzaron el mismo poder. En el momento de su muerte (511) no había dominado Borgoña y Provenza y, quizás, preparaba un plan de lucha contra Teodorico, su único adversario serio, aunque jamás se encontró con él en el campo de batalla. 

Con Clodoveo el catolicismo occidental perdió su primer defensor y los obispos su hombre de confianza. Ningún príncipe de su sangre ocupó su lugar excepcional. Sus cuatro hijos anularon la obra de unidad territorial y política de su padre, pero subsistió la reconquista católica sobre los príncipes arríanos. Las consecuencias religiosas de la conversión de Clodoveo fueron más duraderas que las políticas. Los obispos no perdieron con el cambio. 

El bautismo de Clodoveo, causas y consecuencias

El bautismo de Clodoveo
 
Las relaciones del episcopado con el rey germano comenzaron después de la victoria sobre Siagrio en 486. Clodoveo se convirtió en dueño del país entre el Somme y el Loire. El príncipe franco traslada en esta fecha su capital de Tournai a Soissons y, quizás, se encontró ya en esta ocasión con los obispos. La instalación de los francos en las ciudades del Rin y del norte de la Galia provocó terribles destrucciones y, en el siglo V, numerosas sedes episcopales permanecieron durante largo tiempo sin obispo, como la antigua capital de Clodoveo, Tournai, o Cambrai, Amiens, Arras, Colonia y Maguncia. En estas regiones las diócesis eran muy grandes y los obispos poco numerosos. 

Después del año 486, los obispos se interesaron por Clodoveo. Remigio, obispo de Reims, le escribió para felicitarlo y aconsejarlo. Clodoveo aceptó los consejos de Remigio y le contestó comprendiendo que la lealtad de sus nuevos subditos católicos era para él una garantía para atender a los obispos. 

Su matrimonio con la católica Clotilde y su conversión se sitúan más tardíamente, durante las guerras de conquista que Clodoveo emprendió para extender su reino. Hacia el año 501, después del descalabro de la primera campaña contra los burgundios, como acto de reconciliación contrajo matrimonio con Clotilde, la sobrina de Gondebaldo, rey de Lyón. La nueva soberana, inteligente y adoctrinada, creó un centro de influencia católica en la misma casa del príncipe. Clotilde consiguió bautizar a su primer hijo. Después de un voto secreto de «convertirse», formulado en el curso de una batalla contra los alamanes en Zulpich (Tolbiac) en el verano de 506, Clodoveo aceptó hacerse instruir en la fe católica y recibió el bautismo en Reims con muchos millares de «fieles», probablemente en la Navidad de 506. 

El bautismo espectacular de un jefe bárbaro seguido de sus guerreros, que veremos repetirse en numerosas ocasiones hasta el siglo X, lleva consigo, con algunas defecciones, la conversión de todo su pueblo. La unión entre francos católicos y galo-romanos se produjo desde aquel momento con gran rapidez. 

El bautismo de Clodoveo tuvo incalculables repercusiones en la historia de la Iglesia. La primera consecuencia fue nada menos que la cristianización y catolización de las otras tribus germánicas anexionadas a su imperio por los francos. Surgió una Iglesia nacional franca desde la que fueron cristianizados los nuevos territorios del reino franco a la derecha del Rin (hesienses, turingios, bávaros, alamanes), todavía paganos o semipaganos. Más tarde, con Dagoberto (+639), cayeron también los frisones bajo la influencia de la misión católica. 

b) La rápida desaparición del arrianismo
Bajo la autoridad del rey franco católico, después de su victoria sobre los visigodos —(Vouillé, en el año 507)—, no se emprendió persecución contra los arríanos. Si lo deseaban, los sacerdotes arrianos eran integrados entre el clero católico después de una ceremonia de reconciliación y sus iglesias reconsagradas antes de dedicarlas al culto católico. 

Hacia el año 540, en menos de un siglo, el arrianismo había desaparecido de Europa occidental sin dejar trazas. Sólo España permanecería arriana hasta el año 587. La reconquista bizantina convirtió a África del Norte e Italia a la ortodoxia católica, aunque a un precio muy alto. La guerra gótica fue, en la Península Itálica, una de las más horribles que se hayan dado. Por contra, la conversión de Clodoveo y sus victorias prolongadas por las adquisiciones de sus hijos restablecieron la posición dominante del catolicismo en la Galia. 

La rápida desaparición del arrianismo se explica en parte por el efecto de los príncipes arríanos vencidos por el basileus (título de los emperadores bizantinos) o por el rey franco. Pero no es una razón suficiente. Tres siglos más tarde los sajones, sometidos por Carlomagno, se resistieron durante más de medio siglo a la conversión. La poca profundización de la implantación arriana es lo que especialmente permite comprender su total anulación. El arrianismo en la antigua Romanía católica no fue sino un artículo de importación intrínsecamente germana. Los antiguos católicos opusieron al arrianismo una resistencia feroz, teñida de menosprecio por un cristianismo de segundo orden. Los convertidos recientemente, como los suevos, no fueron más fieles al arrianismo de lo que lo habían sido al catolicismo, eran demasiado jóvenes para mantener una fe. El arrianismo permaneció como la religión de los ocupantes y los sacerdotes arríanos eran los capellanes de las tropas bárbaras. La debilidad de la organización jerárquica aceleró la desintegración de una Iglesia y de una fe muy poco estructurada. 

c) En los límites del Imperio romano
La cristiandad celta de Britania

San Germán de Auxerre
 
La Iglesia más antigua de las Islas Británicas es la formada por la cristiandad celta de Britania. Nació en el curso de la conquista romana, tal vez con cristianos fugitivos de Lyón y de Vienne, pero según el testimonio de Tertuliano se extendió más allá de las regiones ocupadas por los romanos a finales del siglo II. La presencia de tres obispos británicos (de Londres, Lincoln y York) en los concilios del siglo IV en la Galia (Arles, 314), Bulgaria (Sárdica, 347) e Italia (Ariminianum, 358) confirma la existencia de una organización eclesiástica en las Islas Británicas. 

En el año 407 las tropas de ocupación romanas eligieron como emperador a su general en jefe, quien tomó el nombre de Constantino III. Para sostener su causa hizo pasar a sus soldados al continente, abandonando la isla sin defensa. Con las legiones romanas vinieron por primera vez al continente los nativos de la isla (los celtas), a quienes encontramos no sólo en la Bretaña continental, sino también en el siglo VI en Galicia, con sus propios obispos británicos. El cristianismo británico se derrumbó como Iglesia (y con él la cultura romana) al mismo tiempo que la soberanía romana, como consecuencia de los ataques del norte (pictos), del oeste (iro-galos) y del este (anglos y sajones) a finales del siglo IV y comienzos del siglo V. 

Los cristianos que quedaron en Inglaterra se retiraron hacia la zona montañosa del oeste, donde muy temprano se reorganizaron como Iglesia: Germán de Auxerre actuó allí contra la herejía pelagiana hacia el año 429. De la vitalidad de este floreciente resto de la Iglesia británica dio testimonio su fuerza misionera. De ella procedió, directa o indirectamente, la misión de Escocia y de Irlanda. De gran importancia fue también, ya en estos primeros tiempos, la influencia de Roma. El británico Ninian, formado en Roma y consagrado obispo por el papa Siricio, fundó en 395 el monasterio de Cándida Casa (Escocia suroccidental, frente a la isla de Man), siguiendo el modelo de San Martín de Tours, como central misionera para los pictos asentados en Escocia. 

A mediados del siglo V los sajones y los anglos, partiendo del norte de Germania, después de haber desembarcado sobre la costa oriental, acabaron por ocupar el país y empujaron las poblaciones celtas hacia la Domnonee (Cornouilles, Devon, Dorset, Somerset) y el País de Gales. Numerosos bretones pasaron el mar y encontraron refugio en la Armórica (actual Bretaña francesa), donde fundaron nuevas comunidades cristianas. 


Cristianos bretones en Inglaterra
 
Para el catolicismo de la gran isla el choque fue terrible. Pequeños reinos paganos se constituyeron por todo el este y centro de Gran Bretaña. Los residuos de las poblaciones católicas, refugiadas en las regiones montañosas, lucharon desesperadamente contra los invasores hasta mediados del siglo VI. Se encuentra el eco de estas luchas confusas en el testimonio del obispo celta Gildas, y a través de la leyenda posterior del rey Arturo. Reducido hacia Armórica, el catolicismo bretón conoció un descenso de vitalidad. Se olvidó el latín, que se mantuvo difícilmente en la liturgia. La desmoralización reinó en medio de un clero poco numeroso y poco instruido, separado de Roma durante más de un siglo. 

La conversión de Irlanda. Su originalidad. San Patricio (C.390-C.460)

San Patricio
 
En los confusos inicios de la misión irlandesa podemos descubrir la influencia de Roma. Aparte de Ninian, se preocupó de los escoceses de Irlanda el obispo Palladius por encargo del papa Celestino (+432). 

La auténtica conversión de Irlanda fue obra del hijo de un diácono británico, San Patricio. Raptado por los piratas irlandeses y llevado a Erín, logró huir al continente; llegó hasta Italia y completó su formación teológica probablemente en Lérins y en Auxerre. Desde aquí, junto con otros compañeros británicos y galos, partió a la misión de Irlanda, alrededor del año 431. Desarrolló su actividad primeramente en Irlanda del Norte, y hacia el año 444 fundó la que luego sería sede metropolitana de Armagh. En el sudoeste y el sudeste trabajaron obispos galos, discípulos de Patricio. 

Siguiendo el modelo galo, Patricio dio a Irlanda originariamente una constitución diocesana, pero ésta no pudo mantenerse luego por una doble razón: Irlanda nunca había sido ocupada por los romanos, por lo que le faltaba la división administrativa en que se apoyó la organización eclesiástica en las zonas romanas u ocupadas por los romanos, y en segundo lugar, las fuerzas monásticas eran tan preponderantes, que, desde mediados del siglo VI en adelante, se impusieron en la constitución eclesiástica. Se llegó a la formación de una Iglesia puramente monacal, de modo que los monasterios eran los únicos centros de la administración eclesiástica, y los monjes, como obispos y sacerdotes, los encargados de la cura de las almas. 

La vitalidad religiosa de la Iglesia irlandesa está marcada por el predominio absoluto del monacato en sus estructuras religiosas, lo que lleva consigo, como corolario, un vivo gusto por la ascesis y los estudios. La diócesis episcopal, geográficamente delimitada, no existió en Irlanda durante el siglo VI. Los jefes de los grandes monasterios acumulaban las funciones de abad y de obispo en relación con los territorios de los alrededores. Los monjes, muy numerosos, la mayoría no eran sacerdotes, combinaban el ascetismo y el apostolado en medio de la población. En algunos monasterios el ayuno era perpetuo. Entre las mortificaciones más rudas, los monjes celtas practicaban la oración con los brazos en cruz y permaneciendo de rodillas durante largas horas y el baño en el agua helada en los estanques y ríos para calmar las tentaciones del cuerpo. El estudio ocupaba el tiempo que les dejaba libre la ascesis o la predicación. En los monasterios se enseñaba el latín, que se conservó más puro que en el continente. Lejos de Roma, a la que Irlanda permanece unida, la Iglesia irlandesa en el siglo VI constituye un oasis católico original y ferviente.


ÁLVAREZ GÓMEZ, JESÚS. (2001). HISTORIA DE LA IGLESIA. MADRID: BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS

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