EL PONTIFICADO, EN LA CUMBRE DE SU PODER

EL APOGEO DEL PAPADO. UN NUEVO ROSTRO DE LA IGLESIA (1198-1274)

EL PONTIFICADO, EN LA CUMBRE DE SU PODER

I. LA ELECCIÓN DE LOS PAPAS

En los setenta y tres años transcurridos desde la elección de Inocencio III (1198) a la de Gregorio X (1271), se sucedieron nueve papas. Por primera vez después de siglos, un largo período de historia del papado no fue turbado por ninguna elección de antipapa. En cambio, el período que se extiende desde la muerte de Gregorio IX (1241) a la elección de Gregorio X (1271) conoció una serie de muy largas sedes vacantes. Entre 1198 y 1271 la duración media de los pontificados fue larga —ocho años y medio—, y cuatro papas gobernaron de 1198 a 1254, o sea, durante más de diez años cada uno.

a) La evolución legislativa de la elección del papa en el siglo XIII

La constitución Licet de vitanda, promulgada en 1179 por el concilio III de Letrán, determina el derecho exclusivo de los cardenales a participar en una elección pontificia, y que, en adelante, será necesaria una mayoría de dos terceras partes de los votos de los cardenales presentes para la elección de un papa.

El largo período de cismas que había castigado a la Iglesia romana durante todo el siglo XII movió a buscar procedimientos que permitieran una elección del papa rápida y obligatoria. Éstos se fijaron en el canon 24 del concilio IV de Letrán, destinado a reglamentar las elecciones eclesiásticas en general. Tres modos de elección eclesiástica eran posibles: per scrutinium (un colegio de tres escrutadores era encargado de recoger secretamente, uno a uno, todos los votos, después de publicarlos ante todos y de tomar nota por escrito), per compromissum (la elección se dejaba al buen sentido de una comisión de tres arbitros), y quasi per inspirationem (por inspiración).


Cónclave

Por la constitución Quia frequenter, Inocencio IV ordena a los cardenales poner todo su empeño para que la elección se desarrolle sin interferencia alguna de autoridad secular, en el mismo lugar de la muerte del papa y después de un tiempo razonable, permitiendo a los otros cardenales estar presentes. La mayoría de dos tercios no podía jamás comprender el voto del elegido, la autoelección no estaba permitida. Pero los papas sucesivos fueron elegidos per compromissum, índice manifiesto de las fuertes rivalidades políticas y personales que dividían a los cardenales.

El procedimiento de la elección fue reglamentado una vez más en el concilio II de Lyón por la constitución Ubi periculum, de Gregorio X, que fija en diez días el tiempo que debía transcurrir desde de la muerte del pontífice para proceder a la elección, ordena la reclusión de los cardenales (unum conclave) y la exclusión de toda persona a ellos extraña, a excepción de dos familiares por cardenal. Si la elección no se obtenía a los tres días, los cardenales reunidos en cónclave no recibirían más que dos comidas al día, durante cinco días; después sólo pan, vino y agua. Durante el cónclave los cardenales no recibirían renta alguna de la Cámara Apostólica. Gregorio X, que no había sido cardenal, se mostró muy severo con ellos, asumiendo las críticas contra las interminables sedes vacantes, que eran, por otra parte, una fuente de enriquecimiento de los cardenales.

La constitución Ubi periculum fue aplicada durante las tres vacaciones de 1276, pero fue suspendida por Juan XXI (1276-1277). Elegido papa el 2 de septiembre de 1276, publicó su decreto de suspensión el 30 del mismo mes. Celestino V, elegido el 5 de julio de 1294, restableció meses después, el 28 de septiembre, la constitución de Gregorio X. Efectivamente, su sucesor, Bonifacio VIII, fue elegido según la constitución gregoriana.

b) El nacimiento del cónclave

Durante el siglo XIII, la fuerte personalidad de los miembros del colegio cardenalicio, su escaso número, así como la existencia de irreductibles facciones, provocaron las sedes vacantes más largas de toda la historia del papado: la Sede Apostólica estuvo vacante en tres ocasiones durante varios meses: entre Celestino IV (1241) e Inocencio IV (1243), entre Urbano IV (1264) y Clemente IV (1265), y entre Clemente IV (1268) y Gregorio X (1271); en total, vacante durante más de cuatro años.

A la muerte de Gregorio IX (1241) el colegio de cardenales estaba dividido por el conflicto entre el papado y Federico II. Para forzar a actuar a los cardenales, el senador Mateo Rosso Orsini los encerró en el palacio romano de Septizonium, una especie de fortaleza donde se habían celebrado con anterioridad otras elecciones pontificias —las de Inocencio III (1198) y Gregorio IX (1227)—. Este gesto, el primer cónclave de la historia, estaba inspirado en el procedimiento de elección de los duques de Venecia y de los podestá de algunas comunas italianas, así como, en ocasiones, de ministros generales de algunas órdenes eclesiásticas.

Más adelante, en el mes de junio de 1270, un año y medio después de la muerte de Clemente IV (28 de noviembre de 1268), el capitán del pueblo de Viterbo, Raniero Gatti, encerró a los cardenales en el palacio del obispo y desmanteló el techo a fin de forzarlos a una decisión rápida. Para protegerse de la intemperie, los cardenales construyeron pequeñas cabañas de madera. El período de reclusión, durante el cual el célebre canonista Hostiense fue autorizado a salir a causa de una enfermedad, se alargó hasta el verano de 1271 cuando se comenzó a ver el fin «del más largo cónclave de la historia». El patriarca de Jerusalén, Tebaldo Visconti, originario de Piacenza, fue finalmente elegido papa con el nombre de Gregorio X el 1 de septiembre de 1271. La presión de las autoridades laicas de Roma y de Viterbo hizo nacer, en el siglo XIII, el tipo de elección pontificia existente aún en la actualidad: «el cónclave».

II. Los PAPAS DEL SIGLO XIII (1198-1271): ORIGEN Y FORMACIÓN

El papado se hizo «romano» por el acceso al trono de San Pedro de tres papas originarios de Roma o del Lacio: Inocencio III, Honorio III y Gregorio IX. Esta serie de papas romanos fue interrumpida en 1241 por la elección del efímero milanés Celestino IV y el genovés Inocencio IV La interrupción fue de corta duración. En 1261, un cardenal del Lacio fue elegido papa con el nombre de Alejandro IV. La llegada de Urbano IV, el primer papa francés después de Urbano II (1088-1099), y Clemente IV reflejan el cambio provocado por la muerte de Federico II y el nacimiento de una nueva ligazón política entre Roma y el reino francés (y el conde de Provenza, Carlos I de Anjou). El «más largo cónclave» de la historia (1268-1271) llevó al trono de San Pedro al único papa de este período, Gregorio X, que no perteneció al colegio de cardenales. Se trataba de un italiano nacido en Piacenza.

Los papas italianos, a excepción de Gregorio X, tuvieron una brillante carrera curial. Aunque la historiografía eleva el origen social de los papas romanos de la primera mitad del siglo XIII, sólo la familia de Inocencio IV, los Fieschi, era de un rango social muy elevado. El principal mérito para el papado, al margen de la carrera curial, fue la formación universitaria adquirida en los grandes centros de París y de Bolonia. El caso de Urbano IV, hijo de un zapatero de Troyes, es reconocido como representativo de la relación existente, en el siglo XIII, entre formación universitaria y ascensión en la jerarquía eclesiástica. Las obras personales de Inocencio III, Honorio III e Inocencio IV han conocido un gran éxito.

Todos los papas de este período pertenecieron al clero secular. Apenas hubo cardenales benedictinos, cluniacenses, cistercienses. El movimiento de la segunda mitad del siglo XII a favor del clero secular descartó a los canónigos regulares.

a) Los papas romanos (1198-1261)

Inocencio III (1198-1216)


Inocencio III

Nacimiento, familia y formación.— Lotario había nacido probablemente en 1160 o 1161, pues tenía 29 años cuando fue promovido al cardenalato y 37 en su ascenso al pontificado. Había nacido en el castillo de Gavignano, cerca de Segni. Su padre se llamaba Trasimundo de comitibus Signiae, lo que no significa que fuera titular del condado de Segni. No parece que se tratara de una familia de alto nivel social, aunque estaba casado con Clarina Scotti, descendiente de una de las familias romanas más influyentes de su tiempo.

Lotario estudia sucesivamente en Roma, París y Bolonia. Después de sus estudios romanos, el joven Lotario, que poseía quizás un beneficio canonical en San Pedro, viaja a París para estudiar artes y teología (Inocencio III se sintió toda su vida muy próximo a Francia y a las escuelas parisinas). Se conoce el nombre de su maestro en París, Pedro de Corbeil, quien, siendo obispo de París, presidió en 1210 un sínodo celebrado en esta ciudad, en el que se prohibió la lectura de Aristóteles. Inocencio III favoreció la carrera de muchos prelados a los que había conocido en París. Esteban Langton y Roberto de Courcon, por ejemplo, célebres maestros de teología, fueron creados cardenales, uno en 1206, otro en 1212. Lotario conoció también en París a David Dinant, condenado en el concilio de París de 1210 a causa de su «panteísmo materialista»; pero es imposible precisar la influencia de Dinant sobre Lotario.

Durante la permanencia de Lotario en París, la principal escuela de teología era dirigida por Pedro el Cantor, fundador de una teología con objetivos prácticos y con preocupaciones sociales. Lotario pudo seguir sus cursos en París. Ambos hombres se encontraron en Roma bajo el pontificado de Celestino III. Su influencia sobre Inocencio III es indiscutible en lo que concierne a la doctrina del matrimonio de Letrán IV y en materia de ordalías. De otra parte, la Summa de sacramentis et animae consiliis, publicada por Pedro el Cantor entre 1192 y 1197, ha sido considerada como la fuente directa del tratado de Lotario sobre los misterios de la misa. Durante su permanencia en Francia, en 1186, Lotario visitó Canterbury y la tumba de Tomás Becket, que no le dejó indiferente.

La fecha de su vuelta a Italia es difícil de establecer. Sabemos solamente que el papa Gregorio VIII le ordena subdiácono en noviembre de 1187, año en el que Lotario habría regresado a Roma. Posiblemente durante este período permaneció en Bolonia, aunque desconocemos que género de estudios realizó en esta ciudad.

Inocencio III, jurista.—Desde hace mucho tiempo domina en la historiografía la imagen de un Inocencio III esencialmente jurista, formación que el joven Lotario había recibido de un gran maestro de su tiempo, Huguccio. Esta tesis debe ser revisada, pues la relación de maestro y alumno entre Huguccio y Lotario no se confirma sino tardíamente, y no es necesario exagerar el papel que el derecho pudo jugar en el pensamiento de Inocencio III, que fue ante todo un teólogo. Es cierto, sin embargo, que Huguccio dejó profunda huella en la obra legislativa de Inocencio III y que mantuvo correspondencia con el gran maestro bolones. En una obra tan personal como De missarum mysteriis, el futuro Inocencio III sigue fielmente a Huguccio.

Inocencio III, escritor.— Con De miseria conditionis humanae, Lotario Segni adquiere su autoridad como teólogo. Escrita entre 1194 y 1195, este célebre tratado, traducido y adaptado en el siglo XIII, ha ejercido una influencia considerable tanto en el mundo eclesiástico (Alejandro de Hales, Bernardino de Siena) como en la cultura profana (Petrarca, Chaucer, Guillermo el Clérigo). Según las intenciones del autor, el De miseria era el primer volumen de un díptico. En su dedicatoria al cardenal Pedro Gallocia, Lotario afirma querer escribir una segunda obra sobre «la dignidad de la naturaleza humana». Este proyecto parece que no se llegó a realizar.

El tratado tiene tres partes: origen y condición de la miseria humana; las torpezas del alma humana, y la miseria del hombre en el momento de su muerte. El tono de lamento del libro aparece en el primer párrafo del libro I, que es una especie de lamentación general sobre la existencia, considerada, siguiendo el Eclesiástico (Ben Sirá) 40,1: «Dios ha repartido una gran fatiga y un yugo pesado a los hijos de Adán». El autor prefiere no haber nacido. La condición humana es miserable, el cuerpo humano es despreciable, así como las condiciones de su nacimiento, la infancia y todas las actividades de la vida terrenal, llenas de sufrimientos. El segundo libro examina las perturbaciones que sufre el espíritu del hombre, agitado por tres desgracias principales: riqueza, voluptuosidad y honores. El tercer libro trata de los novissimi: es una dramatización de los sufrimientos debidos a la muerte, a las penas del infierno; la descripción de la putrefacción de los cadáveres y la espera inquieta del juicio anticipan los modelos tradicionales de la literatura de las artes moriendi.

Deudor de la tradición platónica, manifiesta un desprecio por el cuerpo corruptible, fardo y prisión del alma, en el que la pureza no será salvaguardada sino liberándose de él. La visión que Lotario tiene del mundo parece excluir toda posible intervención del hombre sobre la naturaleza y sobre el cuerpo. La única intervención es de orden moral: sólo la humildad puede salvar y purificar la naturaleza humana. El De miseria se opone a los nuevos valores corporales propios del pensamiento aristotélico de los primeros decenios del siglo XIII, según los cuales la naturaleza permite desarrollarse al hombre en el mundo.

Los temas de De miseria habían sido tratados anteriormente por otros autores: Bernardo de Claraval, Hugo de San Víctor, Bernardo de Morlay. Obra mucho tiempo olvidada por la historiografía moderna, De miseria es hoy considerada como una obra provista de cierta originalidad. Su autor ha logrado una obra adaptada a la mentalidad escolástica, en la que se renueva un tema tradicional, tomado de los ideales monásticos.

De missarum sollemnis, compuesta entre 1195 y 1197, tuvo un gran éxito. Gran parte se ocupada de la teología de la Eucaristía. De hecho, este tratado contiene una clara visión eclesiológica: la doctrina del Corpus mysticum, la estructura jerárquica de la Iglesia, los fundamentos del primado pontificio. La definición de la misa es eclesiológicamante significativa: Missa est illud ecclesiae repraesentans convivium.

El tratado De quadripartita specie nuptiarum, terminado en su primera versión antes de su ascensión al pontificado, fue, como las otras obras de Inocencio III, reelaborado posteriormente. Considerada mucho tiempo como una obra desdeñable, este primer tratado medieval sobre el matrimonio místico aparece hoy día como el escrito más original de Inocencio III. Las bodas son tratadas bajo su forma cuádruple: unión entre el hombre y su mujer legítima; entre Cristo y la Iglesia; entre Dios y el alma, y entre el Logos y la naturaleza humana.

Los Sermones, reunidos en una primera colección en torno a 1202-1204, conocieron una larga difusión y han servido, como los sermones de los Padres de la Iglesia, de lectura para el breviario. Inocencio III en sus sermones, muchos de ellos en italiano, vuelve a las reflexiones teológicas y eclesiológicas expuestas en sus otras obras.

El Comentario a los siete salmos penitenciales ha sido considerada una obra dudosa. Ejemplar en lo que se refiere a la exégesis alegórica y escolástica, merece cierta atención sobre el plano dogmático y doctrinal, especialmente en lo referente a la doctrina de la confesión, del pecado original, de la simbología del altar o de Sión-Jerusalén.

Honorio III (1216-1227)


Honorio III

Romano de nacimiento, Cencío pertenecía a la familia Savelli. Pudo nacer en 1160. Toda su carrera transcurrió en el seno de la curia romana. Procurador del cardenal Jacinto, el futuro papa Celestino III, fue nombrado de la Cámara apostólica bajo Clemente III. Celestino III lo responsabilizó de la Cámara y Cancillería desde 1194 hasta 1198.

Cencío compuso en 1192 el Líber censuum de la Iglesia romana, colección destinada a recoger todos los documentos que atestiguan los derechos censuales y vasalláticos del papado, por lo que fue nombrado cardenal de Santa Lucía en Orthea. Su papel fue reducido y borroso bajo Inocencio III, que no le renovó ninguno de sus dos cargos, y aunque le promueve a cardenal presbítero en 1200, no le confió legación alguna. Debió de existir una hostilidad con Inocencio III. Es autor de numerosos sermones. Su elección al pontificado tuvo lugar en Perugia tres días después de la muerte de Inocencio III, el 18 de julio de 1216. Consagrado obispo, fue coronado en San Pedro de Roma el 31 de agosto, y el domingo 4 de septiembre, tomó posesión en Letrán.

Gregorio IX (1227-1241)


Gregorio IX

Hugo (o Hugolino) pertenecía a la familia de los Conti de Segni, en la región de Anagni, donde nació hacia 1170 y fue educado. Su parentesco con Inocencio III no puede ser precisado. Hugolino fue enviado a París. Su permanencia en Bolonia no está confirmada, pero se le considera como iuris peritus, fue auditor bajo Inocencio III. Las relaciones con los personajes cultos de su tiempo —el cisterciense Rainiero, Jacques de Vitry y Miguel Scoto— muestran que Gregorio IX estaba preocupado por el mundo intelectual, especialmente en el nuevo campo de las ciencias de la naturaleza.

Inocencio III le confió las causas judiciarias y lo nombró cardenal de San Eustaquio (1198). Hugolino fue uno de los principales consejeros de Inocencio III hasta su muerte. El papa le encargó misiones difíciles, tanto políticas como judiciales. Obispo de Ostia en 1206, se convierte en uno de los personajes más influyentes en el colegio cardenalicio. Durante los años 1207-1209 emprende su legación en Alemania para lograr la paz entre los pretendientes al trono (Otón de Brunswick y Felipe de Suabia).

En 1216, fue uno de los dos cardenales encargados de encontrar un compromiso en la elección del sucesor de Inocencio III. En tres ocasiones fue como legado al norte de Italia: en 1217 para resolver los conflictos políticos locales; en 1218 a las ciudades lombardas, para imponer la autoridad de Federico II; en 1221, para buscar el apoyo de las ciudades lombardas en favor de Tierra Santa después del fracaso de la cuarta cruzada, así como su colaboración en la lucha contra los herejes.

Después de la muerte del cardenal Juan de San Pablo, Francisco de Asís lo escogió como protector de su joven comunidad. Hugolino tomó parte en la redacción de la Regla bulata que preveía, entre otras cosas, la institución del cardenal protector, un cargo que fue el primero en ejercer. Desde 1218 se ocupa igualmente de la comunidad de Santa Clara, para la que redacta la Regla entre 1219 y 1227. Quizás en 1222 volvió a encontrarse con Francisco en Subiaco. Sin convertirse en protector institucional, Hugolino mantuvo también excelentes relaciones con la Orden de los Predicadores, con cuyo fundador, Santo Domingo, se encontró en varias ocasiones entre 1215 (concilio IV de Letrán) y 1221.

Elegido papa el 19 de marzo de 1227, en su pontificado los asuntos de mayor preponderancia fueron la cruzada y la expansión de la Iglesia hacia el Este. Para sostener la cruzada, en la que aminora los aspectos militares por la influencia pacífica de Francisco de Asís, se vuelve a la Orden teutónica, abre nuevos horizontes a la expansión de la Iglesia, anima los esfuerzos de los misioneros franciscanos y dominicos de Finlandia a Rumania, e invita a los premonstratenses a establecerse en Letonia.

El primer cónclave de la historia y la elección de Celestino IV (1241)

A la muerte de Gregorio IX (22 de agosto de 1241), se abrió un largo período de incertidumbre para la Iglesia romana que condujo a una de las más largas vacaciones de la Sede Apostólica. Dos cardenales eran prisioneros de Federico II desde el 1 de mayo de 1241: Jacobo de Prenestre y Otón de Túsculo. No habiéndose llegado a un acuerdo para la elección de un cardenal, fue elegido un extraño al colegio (Humberto de Romans?). Al cabo de sesenta días de encierro forzoso, los cardenales eligieron papa, el 25 de octubre, al cardenal milanés Godofredo Castiglione, que tomó el nombre de Celestino IV. Godofredo descendía de una noble familia milanesa, había sido canciller de la Iglesia de Milán antes de ser creado cardenal por Gregorio IX en 1227. Durante 1228-1229 cumplió una importante legación pontificia en las ciudades lombardas.

Pero el pontificado de Celestino IV sólo duró 17 días. Después de un año y medio se pudo elegir al sucesor de este papa por un colegio de cardenales muy dividido. Sinibaldo Fieschi fue elegido papa el 5 de junio de 1243 y tomó el nombre de Inocencio IV.

Inocencio IV (1243-1254)


Inocencio IV

La familia paterna de Sinibaldo Fieschi era una de las más potentes de Liguria. Su padre, el conde de Lavagna, Hugo, desempeñó el cargo imperial de exactor de cargas fiscales. Posiblemente nació entre 1180 y 1190. Hizo sus primeros estudios en Parma bajo la responsabilidad de su tío Obizzo, obispo de la ciudad, donde Sinibaldo gozó un canonicato desde 1261. Anteriormente, en 1213, siguiendo la tradición familiar, estudió en Bolonia. Desde 1223 se relaciona con el cardenal legado Hugolino, el futuro Gregorio IX.

Su primera función curial, de auditor litterarum contradictarum, comenzó en 1226. Gregorio IX lo puso a la cabeza de la cancillería pontificia y el 18 de septiembre lo crea cardenal presbítero de San Laureano in Lucila. Poco después Sinibaldo deja la cancillería. Rector de la Marca de Ancona en 1234-1239, tomó parte importante en el proyecto de concilio decidido por Gregorio IX en 1241, que no tuvo lugar a causa de la captura de prelados en la isla de Giglio el 3 de mayo de 1241 y la muerte de Gregorio IX.

El 25 de junio de 1243, Sinibaldo fue elegido papa después de una larga sede vacante. Federico II saluda la nueva elección gaudio magno. Esta elección fue el fruto de un compromiso entre los cardenales sobre dos objetivos: la reforma de la Iglesia y la paz con el emperador. En un primer tiempo, Federico II acepta las proposiciones de paz del nuevo elegido, que exige la liberación de los prisioneros. El papa entra en Roma el 20 de octubre de 1243. El 28 de mayo del año siguiente nombra diez nuevos cardenales. Un encuentro debió de tener lugar entre el papa y el emperador en Narmi el 7 de junio, pero esta vez fue el papa quien decidió huir de los Estados de la Iglesia. Un barco genovés lo codujo a su ciudad natal. En otoño se marchó a Lyón, ciudad imperial en las proximidades del reino de Francia, alejado de los conflictos italianos.

Cuando Sinibaldo fue elegido estaba componiendo su obra maestra, un comentario a las Decretales de Gregorio IX, llamada Aparatus. Perteneciente a la élite intelectual de su tiempo, gran jurista, Sinibaldo Fieschi lleva las concepciones hierocráticas a su apogeo. Según Inocencio IV, la christianitas debía servir a las pretensiones universales del papado. El poder jurisdiccional del papa constituye el eje del orden social de la cristiandad entera. Posiciones tan extremas tenían que suscitar reacciones de parte de los religiosos espirituales y de los movimientos ligados a la pobreza. Inocencio IV murió en Napóles el 7 de diciembre de 1254, y allí fue enterrado.

Alejandro IV (1254-1261)


Alejandro IV

Reginaldo, hijo de Felipe, señor de Jenne en el territorio de Subiaco de la diócesis de Anagni, era sobrino de Gregorio IX. Reginaldo fue canónigo de la catedral de Anagni desde 1208. Gozó muy pronto del título de magister, lo que parece indicar que había efectuado estudios universitarios. Reginaldo fue uno de los principales colaboradores del cardenal Hugolino (Gregorio IX), quien le concedió los mismos títulos cardenalicios que él había ocupado anteriormente y le nombró jefe de la Cámara apostólica. En los años 1231 y 1232 intervino, en nombre del papa, en los problemas de política local en las ciudades de Anagni, Perugia y Viterbo. Puede ser que en este período entrara en contacto con el emperador Federico II, con quien mantuvo excelentes relaciones.

Elegido el 12 de diciembre de 1254 como sucesor de Inocencio IV, Alejandro IV residió durante casi todo su pontificado fuera de Roma, ciudad que se encontraba bajo la dominación del senador Brancaleone. Su pontificado prolongó el de Inocencio IV, especialmente en la dirección del Oriente latino y del imperio de Nicea-Constantinopla. En vista de la unión con los griegos, estableció negociaciones con el emperador Teodoro II Lascaris, que resultaron infructuosas, e intentó reglamentar las relaciones entre latinos y griegos; confió el título de patriarca de Antioquía al jefe de los maronitas, para su nación. Alejandro IV fue el primer papa que estableció que los inquisidores pudieran combatir las prácticas mágicas «manifiestamente » ligadas a la herejía —sobre todo, la adivinación y el sortilegio—. Alejandro IV favoreció a los franciscanos; canonizó a Santa Clara y defendió a las órdenes mendicantes en su conflicto con el clero secular. A su muerte, acaecida en Viterbo el 25 de mayo de 1261, el papado pasa a las manos de dos prelados súbditos del rey de Francia.

b) Los papas franceses

Urbano IV (1261-1264)


Urbano IV

Nacido en Troyes a finales del siglo XII, de una familia modesta —su padre, Pantaleón, era zapatero—. Jacques hizo una brillante y rápida carrera, gracias a sus estudios en la Universidad de París desde joven. Hacia 1225 es canónigo de la catedral de Laon, donde goza de la protección del obispo Anselmo. Nombrado arcediano de Compiége (Lieja) es enviado 1247 por el papa Inocencio IV en Polonia, Prusia y Pomerania. Vuelve a Francia y es nombrado arcediano de Laon en octubre de 1249. Una misión pontificia lo lleva a Alemania para defender la causa del rey de Germania, Guillermo de Holanda. El 18 de diciembre de 1253, Inocencio IV lo nombra obispo de Verdún. Dos años más tarde, el 9 de abril de 1255, el papa Alejandro IV lo designa patriarca de Jerusalén. El 7 de diciembre, el papa le confía el cargo de legado pontificio para la provincia de Jerusalén y los ejércitos de la cruzada. El 3 de junio de 1256, víspera de Pentecostés, el patriarca llega a San Juan de Acre. De los años pasados en el reino latino de Jerusalén deja un balance muy positivo. Se encontraba en Viterbo, donde residía la curia romana, cuando el papa Alejandro VI murió el 25 de mayo de 1261.

La Sede Apostólica vacante duró tres meses. Los cardenales, después de largas discusiones, terminaron por elegir el 29 de agosto al patriarca de Jerusalén, Jacques, que se encontraba en Viterbo. En verdad, Jacques de Troyes no era un desconocido para la mayoría; sus relaciones con la curia romana eran antiguas. Pudo elegir el nombre de Urbano por ser el primer papa procedente del reino de Francia desde Urbano II. La consagración y la coronación tuvieron lugar en Viterbo el 4 de septiembre.

Dotado de una fuerte personalidad y de una gran cultura, Urbano IV recibió una pesada herencia: la cuestión de la sucesión de Sicilia y del Sacro Imperio, las relaciones con los griegos, la cuestión de Tierra Santa, las relaciones del papado con los mongoles y con los reinos de la Península Ibérica. En todas estas cuestiones políticas se inspiró en las opciones tomadas por sus predecesores. En la mayor parte de los casos los problemas se resolvieron definitivamente después de su pontificado. Dio un nuevo impulso a la Inquisición. Favoreció las nuevas órdenes religiosas: Carmelo, eremitas de San Agustín, servitas, caballeros del Santo Sepulcro. Concedió una Regla a las clarisas.

El último período de su pontificado está marcado por la institución de la fiesta del Santísimo Sacramento. El papa publica el 11 de abril de 1264 la bula Transiturus de hoc mundo, que extendía la fiesta del Santísimo Sacramento a la Iglesia universal. La iniciativa había partido de las beguinas belgas, en particular de Santa Juliana, primera abadesa de las agustinas de Monte Cornillón, que mandó componer el primer oficio. Jacques de Troyes conoció a Santa Juliana cuando era arcediano de Compiége (Lieja).

Urbano IV es el primer papa del siglo XIII que no entró en Roma. Los otros dos papas franceses de este mismo siglo (Clemente IV y Martín IV) siguieron su ejemplo. Urbano IV pasó casi todo su pontificado en Viterbo (1261-1262) y Orvieto (1262-1264). Su muerte acaeció el 2 de octubre de 1264, en Deruta. Fue inhumado en Perugia.

Clemente IV (1265-1268)


Clemente IV

Guy Foucois nació poco antes de 1200 en Saint-Gilíes (Gard). Su padre, Pierre Foucois, fue juez y canciller al servicio del conde Raimundo V de Toulouse de 1185 a 1204, antes de retirarse a la Gran Cartuja, donde murió. Guy, después de estudiar Derecho en París, vuelve a su ciudad natal, donde ejerce, desde 1234, la profesión de abogado. Desde 1241 está presente en la corte del conde de Toulouse, Raimundo VIL Residiendo en Saint-Gilíes, se casa con una joven de nombre desconocido que le dio dos hijos. Aunque laico, Guy debió ocuparse de la Inquisición para la extirpación de los últimos focos heréticos. Más tarde publica sus conocimientos sobre las relaciones entre el derecho y la Inquisición en un opúsculo, Quaestiones quindecim ad inquisitores, que fue publicado en el siglo XVII. En 1254-1256, San Luis le encargó la puesta a punto del poder real en Francia meridional. En el mes de mayo de 1255, Guy Foucois publica en Béziers el nuevo estatuto real. Desconocemos en qué momento enviudó, pero en los documentos del mes de febrero y de abril de 1255 se le da el título de clérigo. Miembro de la capilla real, obtiene rápidamente un canonicato en la catedral de Puy. El 11 de junio de 1257, fue elegido obispo de Puy. Sin embargo, la confirmación pontificia no llegó hasta octubre de 1257. El 10 de octubre de 1259, el cabildo de Narbona lo eligió obispo. Miembro del Parlamento de París, Guy continúa ejerciendo su función de consejero jurídico y político del rey.

En la primera creación de cardenales (1261) por Urbano IV, le ofreció el obispado de Sabina. Dudó en aceptar, retenido por el rey. En otoño de 1262 se incorporó a la curia romana, que residía en Orvieto. El papa le confió en 1263 la dirección de la Penitenciaría apostólica. Fue legado en Inglaterra, Irlanda y el País de Gales para establecer la paz entre los barones y Enrique III; Simón de Montfort impidió al legado penetrar en suelo inglés. El legado residió en Amiens, desde donde impuso su pensamiento, definiendo las provisiones de Oxford como «execrables e inicuas». La legación fue un fracaso. El legado regresó a la curia romana tras conocer la muerte del papa Urbano IV.

Guy llegó después que los cardenales le habían elegido papa por vía de compromiso el 5 de febrero de 1265. Clemente IV no iría jamás a Roma. Todo su pontificado lo pasó en Perugia y Viterbo. Estuvo dotado de cualidades de mediador y no creó cardenales, deseando conservar el equilibrio en el interior del colegio, dividido en facciones dirigidas por dos cardenales potentes: Ricardo Annibaldi y Juan Gaetano Orsini, el futuro Nicolás III.

El advenimiento de dos papas franceses tuvo repercusiones en la administración de la Iglesia romana; importantes puestos clave fueron confiados a personajes tolosanos. La centralización romana progresa bajo Cemente IV, que se emplea en proporcionar a la Iglesia romana rentas más regulares y seguras para subvencionar las grandes empresas políticas del momento. El papa, que había recibido la aprobación de San Luis, incrementó la presencia fiscal sobre el clero francés. La reacción fue virulenta. La corriente anticurial, con cierto galicanismo, se expresa con vigor contra la «voracidad de la corte romana». Las decisiones de Clemente IV en materia de política beneficial fueron uno de los puntos más importantes de su pontificado. Promulga importantes constituciones relativas a la Inquisición, que Bernardo Gui difundió por su Manual. El hecho más notable se refiere al uso de la tortura, autorizado por el papa el 3 de noviembre de 1285.

Clemente IV, cuyas relaciones con Carlos de Anjou eran antiguas, continuó la política italiana de su predecesor. La investidura del nuevo rey de Sicilia tuvo lugar el 28 de junio de 1265, en la fecha 360 Historia de la Iglesia II: Edad Media fijada por el papa. La victoria de Carlos de Anjou sobre Manfredo (Benevento, 26 de febrero de 1266) iba a causar al papado graves problemas financieros aumentados para sostener la lucha contra los Staufen. Clemente IV se endeudó con los banqueros italianos. Después de la toma de posesión del reino de Sicilia, las relaciones con Carlos de Anjou fueron de todo menos pacíficas. Clemente IV exigió sin éxito que el nuevo rey de Sicilia renunciase al título de senador de Roma, para evitar nuevos conflictos en la ciudad. El papa acusó al rey de Sicilia de violación de los derechos de la Sede Apostólica en Benevento, de exacciones indebidas, de violencia contra el clero y de retrasos en el pago de los censos. Intervino en la política eclesiástica siciliana. Un tercio de los obispados del reino fue ocupado por hombres que le eran fieles. A las clases señoriales y dirigentes locales les predica la misma política de moderación que a Carlos.


ÁLVAREZ GÓMEZ, JESÚS. (2001). HISTORIA DE LA IGLESIA. MADRID: BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS

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