DESARROLLO DE LA VIDA ESPIRITUAL

DESARROLLO DE LA VIDA ESPIRITUAL
DURANTE LOS SIGLOS XIV Y XV

a) El contexto místico

En los últimos años del siglo XIII, la experiencia espiritual individual toma una nueva importancia, confirmando la tendencia general a la interiorización de la vida cristiana. Los letrados y los santos se esfuerzan en razonar y explicar, bien o mal, la contemplación religiosa donde nace la mística, que es la unión del alma con Dios. Los espíritus más simples se limitan a narrar lo que ellos viven con los medios de que disponen. Poemas o tratados en lengua vulgar testimonian una capacidad creativa real entre las personas que no tienen una formación de letrados. La parte oral es importante, pues algunas obras son dictadas por místicos que no saben escribir —los Diálogos de Catalina de Siena es una obra de esta clase—. De manera general, esta piedad no supone una ruptura con la tradición cristiana anterior, sino que la prolonga, como lo muestran las numerosas referencias a San Bernardo.

A decir verdad, estar en relación con lo divino es propio de todos los tiempos, sólo cambian las modalidades. La novedad consiste en la vida interior, la afectividad y la meditación. Esta piedad se fundamenta en la práctica del examen de conciencia, ligada a la confesión auricular, y se mantiene por una oración asidua y silenciosa. Sin embargo, esta vía mística no elimina las otras formas de contacto con el cielo. Desde finales del siglo XIII al siglo XV, se mantienen las visiones o los sueños. Estas experiencias son frecuentemente proféticas, políticas y polémicas, donde lo religioso se confunde con lo profano.

En Italia, debido a la experiencia de San Francisco de Asís, la vida mística permanece más próxima al Evangelio. En Europa del Norte, la vida mística está filosóficamente más elaborada. Ella aporta al alma un extraño sentimiento de libertad y de plenitud que puede manifestarse en propuestas dudosas y en actitudes libres. Por esta razón es susceptible de alarmar a las autoridades eclesiásticas. Es cierto que una beguina suspecta, interrogada por la Inquisición, deja más huellas en la documentación que una terciaria, de la que sólo el confesor puede hablar.

En el corazón de toda esta mística hay una libertad espiritual que da lugar a un grave problema. El alma llega a un cierto grado de perfección espiritual y no se siente más sometida a autoridad jerárquica alguna; está divinizada y fundada en Dios, vive según otro régimen. No hay criterios, ni puntos de referencia, sino la misma experiencia. Desde la segunda mitad del siglo XIII, una literatura anónima recoge estas proposiciones. Es difícil determinar la parte que corresponde a los Hermanos del Libre Espíritu, de la obra de los begardos y de las beguinas, porque estos medios son permeables. No obstante, los procesos ante la Inquisición, las refutaciones y las cartas de tal o cual obispo, dan una visión más completa de estas doctrinas.


Margarita Porete
El espejo de las almas simples (Miroir des simples ames) de Margarita Porete es la obra más significativa de esta literatura difícil de situar. El libro fue escrito en lengua vulgar hacia 1300. Antes de 1306, el obispo de Cambrai, diócesis donde se encuentra Valenciennes, ciudad de Margarita Porete, mandó quemar el libro y prohibió su difusión. Arrestada en 1309, Margarita Porete no responde a las cuestiones que le son planteadas y fue condenada por la Inquisición. Entregada al brazo secular, fue quemada en la hoguera en 1310. En 1311 el Miroir es citado sin cesar en los decretos del concilio de Vienne, que condenan los errores de los begardos. La obra se extiende rápidamente. Es introducida en Inglaterra y es objeto de dos traducciones durante el siglo XIV. Existen igualmente varias versiones en italiano. El Miroir describe una ascensión mística en la que el sexto y séptimo grado llevan netamente la marca de un panteísmo místico. El alma es entonces absorbida y anulada en Dios, si es que se puede aún hablar de alma, puesto que está deificada. Ya no necesita de la fe ni de los sacramentos para conocer a Dios. Fundada en Dios, el alma no puede pecar y por tanto no tiene necesidad de redención. Absorbida en Dios, el alma tiene la convicción de su propia eternidad y de vivir la bienaventuranza eterna, instalada en el reposo y la tranquilidad de la Trinidad. Es obvio que a la Iglesia, cuya misión terrestre es ser mediadora entre los hombres y Dios por medio de la fe y de los sacramentos, le desagrada esta mística liberada de todas las obligaciones del mundo y de la religión.

b) Maestro Eckhart


Maestro Eckhart
Se saben pocas cosas de la vida de Maestro Eckhart hasta su proceso. Se acepta que este dominico permaneció tres veces en París, en el convento de Saint Jacques, donde estudió y enseñó teología en las cátedras que los dominicos ocupaban en la Universidad. Entre 1300-1302 recibe directamente del papa Bonifacio VIII el grado de maestro. Enseña de nuevo de 1311 a 1313. Paralelamente, maestro Eckhart cumple diferentes cargos que afirman su crédito entre los suyos. Antes de 1298 es prior del convento de Erfurt y vicario general de la Turingia; en 1303, prior de la provincia de Sajonia. En 1314 está en Estrasburgo como vicario general de su Orden con jurisdicción sobre los conventos de Alemania del Sur. En 1322 es regente del Studium de los dominicos de Colonia; durante este período de actividad en la ciudad del Rin, se consagra a la dirección espiritual de los monasterios de monjas.

En 1326 el arzobispo de Colonia, Henri de Virnebourg, lo cita delante de dos inquisidores que elaboran una lista de 49 errores sacados de sus obras. Maestro Eckhart explica el sentido de las proposiciones incriminadas y su memoria justificativa testimonia su voluntad de ortodoxia, frente a la actitud de incomprensión y de maldad de sus jueces. Se le somete entonces una nueva lista de errores. El proceso se hace tan complejo y tan sospechoso, que Maestro Eckhart es llamado por el papa, sometiéndose por adelantado a las decisiones de la Santa Sede. El 13 de febrero de 1327 hace una declaración de ortodoxia en la iglesia de los dominicos de Colonia. Murió el mismo año, probablemente en Aviñón, en el curso de un viaje emprendido para su defensa y antes que su proceso fuera juzgado. En marzo de 1329 quince proposiciones de Maestro Eckhart fueron condenadas, así como otras dos que él no reconoció jamás como suyas.

Maestro Eckhart deja una obra latina y otra obra alemana. La obra latina fue durante largo tiempo desconocida, aun cuando es indispensable para comprender su pensamiento en su precisión y sutileza. Es el fruto de su enseñanza en París, en Estrasburgo, en Colonia y en diferentes conventos de su Orden. Comprende las obras clásicas de una carrera de teólogo. Del Opus tripartitum no queda más que la primera parte, Opus propositionum, inacabada o perdida una parte. Eckhart tiene la intención de exponer toda su doctrina apoyándose en la triple autoridad de la Biblia, del «hermano Tomás», cuya doctrina la Orden de Predicadores ha convertido en oficial, y la razón. Para el Opus quaestionum, Eckhart había escogido el mismo orden que la Summa del «eminente doctor, el venerable hermano Tomás de Aquino». Sin embargo, un soplo místico excepcional anima esta escolástica de manera sutil. Nada se revela allí que pueda inquietar a un inquisidor.

La obra alemana comprende los tratados: Las instrucciones espirituales, El libro de las consolación divina, Del hombre noble, Del destacamiento, cuya autenticidad no está admitida por todos los especialistas, y sermones. Estos últimos no son conocidos más que por transcripciones de los oyentes. Algunos de sus planteamientos adquieren ahora un tono nuevo y una forma paradójica; aunque es posible una lectura ortodoxa, algunas fórmulas despiertan turbación. La esencia última de la mística de Eckhart es la doctrina del nacimiento del Verbo de Dios en el fondo del alma que ha renunciado a sí misma. La infinita distancia que separa al alma de Dios da lugar a que la presencia de Dios no se cumpla a no ser que el alma esté totalmente despojada y reducida a la desnudez espiritual. El fondo del alma se hace transparente y es el lugar de la luz y de la chispa divina. No se sabe exactamente si el alma y la chispa son distintas de Dios o si están confundidas. Sin duda, se encuentran en estos escritos reminiscencias de místicos anteriores: Plotino, Proclo, Dionisio, que no son sino accesorios. La doctrina de Eckhart se fundamenta esencialmente en la identificación con Cristo mediador, cabeza del cuerpo, del que los cristianos son sus miembros, a la que la teología moderna ha llamado Cuerpo místico. Además de los autores neoplatónicos, Eckhart se apoya en los textos de San Juan, San Pablo y San Agustín. La mística de Eckhart es intelectual; elimina toda efusión sentimental, refrena igualmente todas las manifestaciones exteriores como el éxtasis, que no cuenta en absoluto en un itinerario espiritual totalmente interior e intelectual. Eckhart es de una austeridad espiritual que corta las efusiones de las beguinas.

En el contexto espiritual de este tiempo los temas desarrollados en las obras alemanas alcanzan una resonancia que recuerda a la obra de Margarita Porete o las elaboraciones del Hermanos del Libre Espíritu. La cronología conduce a pensar que Maestro Eckhart toma el vocabulario empleado en los medios místicos ortodoxos y no ortodoxos. Eckhart profesa una ortodoxia indiscutible y pretende dar a la mística fundamentos teológicos sólidos, aun cuando algunas fórmulas pasan por equívocas.

c) Los discípulos de Maestro Eckhart

La bula In agro dominico, que condenaba diversas proposiciones de Maestro Eckhart, fue publicada únicamente en la diócesis de Colonia. No parece que causara grave daño a su reputación, ya porque fue ignorada en otras partes, ya porque la incomprensión del problema místico que la bula trataba la hace inoperante. La enseñanza de Maestro Eckhart fue particularmente fecunda en los monasterios femeninos de la Orden de Predicadores, de los que algunos se convirtieron en verdaderas escuelas de mística. Una abundante literatura femenina conoce algunas manifestaciones. Así las Vitae sororum del convento de Unterlinden en Colmar y las de Adelhausen en Friburgo de Brisgovia, de Cristina Ebner (1277-1356), y las Revelaciones de Adelaida Langmann (†1375), del convento de Engelthal, cerca de Nuremberg, dan testimonio de géneros diferentes de este fervor. Sus discípulos prolongan la enseñanza de su maestro.


Juan Tauler

Juan Tauler

Tampoco se tienen muchos datos acerca de la vida de Tauler. Nacido hacia 1300, ingresó en la Orden dominica a la edad de quince o veinte años. Hacia 1325 fue enviado al Studium Genérale de Colonia, donde se inicia en la doctrina de Eckhart, ya directamente, ya por otros intermediarios. Actúa en el valle del Rin, hasta Basilea, aprovechando las circunstancias políticas y las obligaciones de la predicación. Muere en Estrasburgo el 16 de junio de 1361.

La generaciones que siguieron respetaron diversas ficciones de la vida de Juan Tauler, entre otras la de su pretendida conversión por el famoso «amigo de Dios» de Oberland, que no es sino un personaje legendario. Al igual que a Eckhart, se le atribuyen, pero con mejores intenciones, textos que no son suyos: El libro de la pobreza espiritual y la Medula del alma, obras de discípulos anónimos.

Tauler no conocerá el silencio que rodeó a la memoria de Eckhart durante siglos. Auténticas o apócrifas, las obras de Tauler se imprimieron en repetidas ocasiones, especialmente en 1498, 1521 y 1543. Se tradujeron a todas las lenguas de Europa. Será necesario esperar hasta 1910 para que un filólogo saque de esta masa unos ochenta sermones cuya atribución a Tauler es segura.

No solamente la prudencia inspira su método de enseñanza, sino también su temperamento de predicador, su pedagogía religiosa y su deseo de las almas. Metafísico, se deja voluntariamente atraer hacia las alturas de la especulación sin estar bien seguro de que se le sigue. Pero más predicador que teólogo, desarrolla con prudencia y claridad las enseñanzas de Eckhart, que Tauler hace accesibles por medio de comparaciones más familiares, aunque el vocabulario esencial permanece el de su maestro.

Tauler enseña también que el alma debe abandonar todo lo creado para encontrar a Dios. En su sermón para la fiesta de Navidad habla de tres nacimientos: la generación eterna del Hijo en la esencia divina, la de Jesús en este mundo, y la de Dios en el alma.

Enrique Suso

Es mejor conocido, porque dejó muchas noticias de sí mismo en sus obras; una de sus hijas espirituales escribió su vida, incorporando fragmentos de sus obras y, quizás, datos legendarios. Enrique Suso nació en Colonia o, posiblemente, en Überlingen, en los bordes del lago de Constanza, en 1296. A la edad de quince años, con una dispensa posiblemente manipulada, entra en el convento de los dominicos de aquella ciudad, que años más tarde llenará de remordimientos a aquella alma escrupulosa. Sólo la autoridad de Maestro Eckhart, afirma la Vida, puso término a su tormento. Cinco años después de su entrada en el claustro, se «convierte». Entendemos por ello que Dios le envió alguna gracia íntima, sentida como una llamada directa, que le hizo pasar de la piedad al fervor. Suso se entrega a la Sabiduría eterna con todo su amor. A sus dieciocho años, Dios lo introduce en sus arcanos por medio de un éxtasis del que despierta como si regresara del otro mundo.

Por amor de la Sabiduría, su elegida, acepta en adelante las peores pruebas, ya recibidas directamente, ya libremente escogidas. La Vida cuenta un conjunto de austeridades frecuentemente presentadas por los psicólogos modernos como desviaciones del sentimiento religioso. De todo ello retenemos solamente que en adelante llevó una vida de mucha penitencia y de mucha austeridad.

Hacia 1320, después de sus estudios en Constanza y puede ser que en Estrasburgo, Suso fue enviado a Colonia cerca de Maestro Eckhart. Cuando comenzaron las hostilidades contra el maestro, probablemente Suso se reintegró a su convento. Es entonces cuando escribe el Libro de la Verdad para oponer a los delatores la auténtica enseñanza del maestro, tal como él la había recibido.

Efecto de la publicación de este libro, Suso es acusado de escribir libros sospechosos y debe viajar a los Países Bajos ante el capítulo general de su Orden —el de Maastricht o el de Utrecht— en 1330. Ciertas alusiones en el Horologium sapientiae hacen pensar que fue objeto de una censura. Debió abandonar su cargo de lector y es entonces cuando su vida apostólica comienza verdaderamente. Recorre Suiza, Alsacia y el valle del Rin. Permanece en relación con Tauler, Enrique de Nordlingen y la mayor parte de los «amigos de Dios».

En 1336 los dominicos fieles al papa se refugian no lejos de Constanza, cerca de los conventos femeninos amigos. Suso es prior de la comunidad en el exilio. Nuevos sufrimientos acechan: pruebas familiares y, sobre todo, calumnias. Sus superiores lo envían a Ulm, sin duda para poner fin a estos rumores. Se desconocen los últimos años de la vida de Suso. Se sabe solamente que murió en Ulm el 25 de enero de 1366 y fue inhumado en la iglesia de los Predicadores.

Escribe, probablemente hacia 1329, el Libro de la Verdad para defender la enseñanza de su maestro. Bajo forma de diálogo, esta obra da a las ideas de Maestro Eckhart una visión menos paradójica. Este tratado refinado y vigoroso fue causa de sospechas sobre su autor y le procuró un gran conjunto de pruebas. Hacia 1339, compone el Libro de la Sabiduría eterna del que da una adaptación latina en el Horologium sapientiae. Estas dos obras se cuentan entre las obras de piedad más leídas a finales de la Edad Media y conocieron múltiples ediciones, reediciones y traducciones. Dos obras de cartas componen el Grande y el Pequeño libro de cartas.

Suso ha resumido en una fórmula incisiva las etapas de la vida mística: «Un hombre que ha renunciado a sí mismo, debe estar separado de todas las formas creadas, formado en Cristo y transformado en la Divinidad». Su Libro de la Sabiduría eterna es una obra de piedad donde la meditación se centra en los sufrimientos de Cristo, descritos con un emocionado realismo. Habiendo sufrido mucho él mismo, invita a una de sus hijas espirituales a no descorazonarse. Pero ocurre que también la alegría espiritual habita en él y se manifiesta en notas tan claras como las de San Francisco de Asís. Suso es el más ameno y más accesible de los místicos renanos. Su obra une a la alta especulación sobre las relaciones entre Dios y el alma una delicadeza emocionante.

Jan van Ruysbroeck

La influencia de Maestro Eckhart y de su escuela se hizo igualmente sentir en Jan van Ruysbroeck (1293-1381). Sacerdote y capellán de la iglesia de Santa Gudula de Bruselas, se retira en 1343, con algunos compañeros, a una ermita del bosque de Soignes llamada Groenendael. En 1350 toman el hábito de los canónigos regulares de San Agustín.

Ruysbroeck era un reformador, aunque no de las muchedumbres ni de las grandes instituciones. Desarrolla su escuela de espiritualidad por medio de la redacción de sus tratados y de la dirección de las almas. A través de obras sucesivas: El Reino de los amantes, El adorno de las bodas místicas y Las doce beguinas (hacia 1356), se puede seguir la progresión de su pensamiento. Ruysbroeck no crea una nueva orden ni escribe una nueva regla. Sus hermanos recitan el Oficio y viven como canónigos ordinarios. Ruysbroeck enseña una pedagogía del encuentro del alma con Dios. Frente a la mística personalista de Gerson, que tendía a la unión del alma con Cristo según un modelo amoroso a imagen de las relaciones del esposo con la esposa del Cantar de los Cantares, Ruysbroeck profesa una mística esencial, la unión del alma con la naturaleza misma de Dios, y transforma la vida cotidiana en una perpetua contemplación; así, el alma de cada uno puede convertirse en el receptáculo de Dios. Ruysbroeck ofrece a todos su modelo de hombre interior, separado de las cosas de la tierra, vuelto hacia Dios: «Cristo es nuestra regla; su vida, su doctrina son nuestro breviario [...] Allí donde nosotros vamos, le debemos llevar, guardar en nuestra memoria su pasión y su muerte, poseer en nuestro corazón su amor [...] Tal es el libro de las horas común a los clérigos y a los laicos». El laico, sin imitar ninguna orden religiosa, ni asociarse a una tercera orden, podía así acceder a la posesión de Dios. Para facilitarlo, Ruysbroeck se entrega a la meditación de la narración de la Pasión, distribuida según las horas del día. a la posesión de Dios. Para facilitarlo, Ruysbroeck se entrega a la meditación de la narración de la Pasión, distribuida según las horas del día.

Su obra se distingue por un gusto por la experiencia y lo vivido, por una menor insistencia en el despojamiento interior y, finalmente, por un seguro equilibro dogmático.

d) Los Hermanos de la vida común. La «devotio moderna»

La contemplación definida por la escuela de Maestro Eckhart se dirige a una élite de religiosos y monjas en los que la formación espiritual está acompañada de dones espirituales. Sacar provecho de estas meditaciones abstractas sobre el nacimiento del Verbo de Dios en el alma es difícil para los clérigos y para los simples fieles.

Pero se podía comprender la vida espiritual de una manera más simple, insistiendo en el lugar que debe ocupar el amor a Dios y a los hombres, rehabilitando la ascesis y las virtudes morales. Existía ya un programa espiritual concreto y comprensible que desembocaba en los actos. La tradición franciscana, menos abstracta; el sentido concreto de ciertos espirituales ingleses y, sobre todo, una desconfianza de la especulación espiritual bajo la influencia del nominalismo, tendió a poner en pie una piedad menos ambiciosa y psicológicamente más accesible. Este movimiento espiritual fue muy pronto denominado devotio moderna. Nacido a finales del siglo XIV en los Países Bajos, se difundió rápidamente. A finales del siglo XV fue la forma más auténtica de piedad en Alemania, en Francia y en los países del norte de Europa.

Mientras que a lo largo del siglo XVI los principales centros de espiritualidad se sitúan, sobre todo, en el sur de Alemania, el movimiento espiritual tiende a deslizarse hacia el norte. Colonia, ciudad intelectual donde los estudiantes del norte y del sur se encontraban desde hacía mucho tiempo, se convierte en un centro de vida mística, cada día más importante, gracias, en particular, a su Cartuja.

Un canónigo de San Jorge, originario de los Países Bajos, Henri de Calcar, que había estudiado filosofía y teología en París, ingresa en 1365 en la Cartuja, donde morirá en 1408 en olor de santidad, dejando numerosos escritos místicos. Calcar influyó en uno de sus compañeros, antiguo camarada de estudios en París, Gerhart Groóte, para que abrazara una vida más perfecta.


Groote y los Hermanos de la Vida en Común
Gerhart Groóte nace en Deventer, perteneciente a la diócesis de Utrecht, en 1340; después de estudiar en París, obtiene beneficios eclesiásticos en Aquisgrán y en Utrecht. En 1374 se convierte y decide renunciar a su fortuna —cargos y rentas, excepto los libros— y entregarla a los pobres e iniciar la meditación de la Biblia y de los Santos Padres. En 1377, Groóte visita a Jan van Ruysbroeck en Groenendael, se relaciona con él y recibe su influencia —el acercamiento a Dios no se puede hacer más que con un conocimiento perfecto del dogma, una oración variada y un amor sereno—. Pero al mismo tiempo Groóte se siente atraído por el apostolado y desea llevar la ortodoxia a ciertos grupos heréticos (begardos y beguinas) y proponer a los fieles métodos para vivir más cristianamente. Sin embargo, no quiere ser sacerdote ni crear una comunidad religiosa de tipo tradicional.

Después de un retiro de dos años en una cartuja, siempre bajo el consejo de Henri de Calcar, predica la penitencia en los Países Bajos. Como Groóte denuncia los vicios de su tiempo, se crea enemigos que obtienen del obispo de Utrecht la prohibición de predicar a todos los que no sean sacerdotes. Gerhart Groóte se ordena solamente de diácono, reagrupa a los discípulos que le siguen: estudiantes pobres, clérigos y laicos, y escribe para ellos un reglamento interior. El obispo protesta ante el papa, pero la peste sorprende a Groóte en Deventer en 1384 y muere sin haber obtenido satisfacción.

Su obra es proseguida por su discípulo Florent Radewijn († 1400), que le había sostenido y asistido sin cesar. Muy pronto, bajo la influencia de Radewijn, comunidades como la de Deventer se constituyen en Hoorn (1385), Amersfoort (1395), Almelo (hacia 1395) y Zwolle (1396). Estas comunidades reúnen a los que se denominaron a sí mismos los «Hermanos de la vida común». En 1398, el obispo de Utrecht acepta oficialmente la existencia de la casa de Deventer. En 1401, aprueba el género de vida, aprobación que más adelante será renovada por el concilio de Constanza.

En esta fecha, los Hermanos de la vida común son ya numerosos. Entre 1400 y 1450, crean muchas casas en Holanda (Delf y Groningen); se instalan en las regiones más meridionales (Lovaina, Cassel, Bruselas) y en Alemania (Münster, Magdeburgo). Sin embargo, no tratan jamás de formar una orden, sino solamente una unión de comunidades que tienen el mismo ideal espiritual, sin verdadera jerarquía. Por lo mismo, cada comunidad no es asimilable a un monasterio, un convento o un capítulo, no sólo a causa de los fines que se asignan los Hermanos —entregarse a la oración y a la meditación, vivir en la penitencia, leer y estudiar la Biblia—, sino, sobre todo, a causa de la organización interna de los establecimientos.

Los Hermanos son, indistintamente, clérigos y laicos, más numerosos estos últimos, sin que se reconozca ningún privilegio a los primeros, aun si son sacerdotes. No pronuncian voto alguno y pueden dejar la comunidad cuando quieran. Sin embargo, el tiempo que vivan en la comunidad deben respetar la castidad y la pobreza individual, entregando su dinero y sus rentas al grupo. A la cabeza de cada grupo se encuentra un rector elegido y encargado de la gestión material y de la supervisión de las actividades interiores de los Hermanos. Éstos están obligados a guardar un reglamento cotidiano simple: oficio litúrgico por la mañana, trabajo durante la jornada, con pausas para la oración y la meditación, y régimen alimenticio estricto. Si son instruidos o se sienten atraídos por la cultura, estudian y copian libros de piedad, sobre todo la Biblia; los clérigos predican; los otros trabajan en el establecimiento o fuera. No hay ni clausura ni estabilidad.

Antes de morir, Gerhart Groóte esbozó otra empresa aparentemente diferente, pero que responde de hecho a intenciones semejantes. Deseaba, en efecto, que los sacerdotes fuesen formados para presidir el culto entre los Hermanos y para servir, si era necesario, de directores de conciencia; quería, de este modo, lanzar un movimiento de renovación interior del clero. Este proyecto lo confió a Florent Radewijn y a otro discípulo, Henri de Wilsen, con el encargo de fundar una escuela de observancia claustral y de vida mística según las concepciones de Ruysbroeck. Con estos propósitos, en 1387 se abrió la abadía de Windesheim, cerca de Zwolle, que en realidad fue una iglesia colegial con su cabildo, sometida a la Regla de San Agustín y que muy pronto se extendió en Holanda, Zelanda, Gueldre, Overyssel, y más allá, bajo la dirección de Jean Busch, y en Alemania (Brunswick, Hildesheim, Halberstadt, Verden), reformando antiguas comunidades canonicales e influyendo a veces incluso en los mismos eremitas de San Agustín. La Congregación de Windesheim guarda estrechas relaciones con los Hermanos de la vida común y actúa en el mismo sentido que éstos.

Todo este conjunto, al mismo tiempo que mueve a la reforma a diversos institutos religiosos —Windesheim regenera en parte los canónigos de San Agustín—, propone una nueva forma de vida religiosa a la vez comunitaria y capaz de dejar un gran lugar a la libertad individual. Marcan con su impronta la piedad, las obligaciones morales, la penitencia y los estudios; cada comunidad es a la vez una escuela de cultura bíblica y de espiritualidad. Los Hermanos de la vida común constituyen la élite de aquellos fieles que, sin tener vocación monástica y sin querer integrarse en órdenes religiosas, deseaban, no obstante, vivir más cristianamente practicando las virtudes que había enseñado toda la historia monástica anterior, y se encuentran, también, en agrupaciones menos organizadas y más diversas en sus intenciones, hasta el punto de haber favorecido en ocasiones la herejía: los begardos y las beguinas.

Para comprender la importancia cultural de las fundaciones de Gerhart Groóte, es suficiente con indicar que Nicolás de Cusa, Tomás de Kempis y Erasmo fueron sus alumnos. Los Hermanos copiaron la Biblia, los Padres de la Iglesia, los místicos.

Gerhart Groóte es, también, uno de los que más contribuyeron a instaurar la devotio moderna. Ludolfo de Sajonia, el Cartujano († 1377), con su célebre Vita Jesu Christi, y Suso, son dos eslabones esenciales que unen esta forma de piedad a San Francisco de Asís y a San Bernardo en el sentido de una mística que habla al corazón. El alma es menos invitada a meditar sobre los altísimos misterios del Logos que sobre la humanidad de Dios hecho hombre, presente en la Eucaristía, como lo hizo Tomás de Kempis en su famosa obra la Imitación de Cristo.

La Teología deutsch, compuesta entre 1400 y 1430 por un desconocido llamado el Anónimo de Francfort, toma sin mucha originalidad los temas eckhartianos, insistiendo, sobre todo, en los misterios de la vida de Cristo. Esta obra debe su celebridad a la atención que le dedicó el joven Lutero, que la publicó en 1518. Lutero aprecia mucho a Tauler en sus textos más o menos auténticos, aunque más tarde romperá con toda la mística medieval.

g) El beguinismo

Este movimiento, mayoritariamente femenino, apareció a partir de la intensidad religiosa de los comienzos del siglo XIII, que provocó la multiplicación de grupos mal estructurados que reunían mujeres a la búsqueda de una vida espiritual más intensa, y poco atraídas, de hecho, por las abadías de monjas y de canonesas tradicionales. Algunas de ellas fueron reunidas, a veces, localmente en comunidades y congregaciones (de penitentes o arrepentidas) por eclesiásticos que, como el predicador Fulco de Neuilly hacia 1210-1220, estaban atentos a sus aspiraciones. Las ramas femeninas de las órdenes mendicantes absorberán una parte de estas mujeres, así como las terceras órdenes. Otras, en relación con aquéllas, pero especialmente con los círculos franciscanos próximos a los espirituales, se transformarán en beguinajes. Los más antiguos aparecieron en Wallonia (Lieja), en el interior de los cuales se elaboran unas prácticas de oración y una forma de piedad que conduce a la devotio moderna. Hacia 1400, este movimiento está muy difundido. Se encuentran beguinajes en casi todas las regiones de Europa, pero fue en Flandes, en el norte de Francia, en los Países Bajos y en Renania donde se implantaron más intensamente.


Beguinas
Begardos y beguinas, vestidos con una túnica de penitentes —paño en lana de color natural, llamado en el viejo francés bége, de donde parece que procede el nombre—, constituyen comunidades de hombres o de mujeres instaladas generalmente en las ciudades o en sus barrios de las afueras en torno a una iglesia o capilla. Las comunidades femeninas son más numerosas que las masculinas y poseen desde mucho antes estructuras más firmes; los begardos permanecen a veces organizados solamente de una manera muy laxa como simples cofradías cuyos miembros se reúnen para orar. El beguinaje en cuanto edificio constaba algunas veces de una sola construcción que englobaba las celdas individuales y una enfermería; pero frecuentemente se compone de muchas pequeñas casas próximas las unas de las otras, donde un «hermano» o una «hermana» vive solo; el conjunto comprendía también un hospital y estaba rodeado de una muralla.

Los miembros de la comunidad son y permanecen laicos. No pronuncian voto alguno, pero prometen vivir en castidad durante su permanencia en el beguinaje y someterse a los estatutos del establecimiento, regido por un maestro o una maestra, así como a la autoridad eclesiástica. No se autoriza vivir permanentemente en el beguinaje hasta después de un año de prueba, en el que el postulante pasa varias horas cada día cerca de un antiguo beguino. Con la edad de treinta años pasa a la vida solitaria en la pequeña casa.

La vida del begardo y de la beguina es simple. Cada uno mantiene su alojamiento, hace la limpieza y prepara su comida; además trabajan los hombres frecuentemente en el tejido, las mujeres en la costura y el bordado, pero se ocupan también de atender a los enfermos y a los ancianos de un hospital así como de enseñar a los niños. La jornada comienza con un oficio que celebra un sacerdote del vecindario o un capellán; el trabajo diario está entrecortado con oraciones y lecturas meditadas en soledad.

Este régimen reposa sobre la vida solitaria, sin una ascesis muy austera, y trata de facilitar una vida espiritual fundada en la compunción, la simplicidad y la piedad personal. En él aparecen elementos que recuerdan a la vez a la cartuja, a las terceras órdenes franciscanas —puesto que begardos y beguinas no están retirados del mundo— y a la comunidad de Windesheim en Deventer. El beguinaje busca, de una manera particular, un nuevo tipo de «religión» lejos de las estructuras tradicionales, manifiesta también la voluntad de permanecer fuera de los cuadros eclesiásticos y tiene el riesgo de insistir fuertemente sobre el derecho del individuo a comportarse religiosamente como él lo entienda.

Ciertos grupos de beguinas y begardos fueron arrastrados a la herejía, ya retomando los propósitos de los espirituales —ellos mismos inspirados por el joachimismo y llegando los más extremistas a la contestación de la autoridad jerárquica—, ya sufriendo la influencia de sectas de tipo valdense o lollardo y, finalmente, confundiéndose con ellos, ya dejándose ir hacia un quietismo mezclado con una especie de panteísmo y aceptando, desde este hecho, ciertas prácticas inmorales y obscenas. Sin embargo, no todos los begardos y todas las beguinas cayeron en estos excesos, sino solamente algunos de ellos, particularmente en Alemania. Son estos últimos los que condena el papa Clemente V en 1311 en el concilio de Vienne. En cambio, Juan XXII ayuda a las comunidades de Francia meridional, de Italia y del norte de España. Después de él, el papado permanece ambiguo en relación con esta institución, similar a la de los Hermanos de la vida común, pero con actividades menos definidas y con fines más vagos. En 1446, el papado decide unir las comunidades de begardos y beguinas a las órdenes mendicantes como terciarios. Se trata de hacerlos volver en parte a los orígenes, sin eliminar realmente la ambigüedad.

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